En recuerdo de Yoshigasaki Sensei
Por Jan Baars - First published in KI News # 5, edited by Michael Holm
Instructor Ki Aikido Haarlem
Yoshigasaki Sensei murió inesperadamente en febrero de 2021, después de haber enseñado y desarrollado el Ki Aikido en Europa durante casi cincuenta años. Desde 1988 fue mi maestro y tuve el privilegio de asistir a numerosos y fascinantes seminarios. Con gratitud y con un profundo sentimiento de pérdida recuerdo no sólo las lecciones sinó también las numerosas conversaciones que mantuvimos a lo largo de los años. La profundidad de sus enseñanzas merece ser recordada, en un intento de honrar y capturar al menos algo de su inspiradora presencia.
¿Cómo recordar a este profesor tan brillante y complejo? ¿Cómo rendir tributo a su obra innovadora? Un modo de comenzar sería a partir de la experiencia personal. Lo que me atrajo de sus enseñanzas tuvo mucho que ver con mi biografía previa. Hubo dos elementos, o más bien dos prácticas, ante los cuales mi respuesta inmediata tras un primer contacto fue desear que entraran a formar parte de mi vida. Lo primero fue el judo, que empecé a practicar de niño y continué como adolescente. En aquella época aún no había oferta de aikido. Lo segundo fue la filosofía, que me cautivó tras mi entrada en la universidad. Después de mi relativamente breve, pero intensa, carrera como judoka, pasé unos años practicando disciplinas que poseían un trasfondo espiritual, como tai chi, meditación zen, danza, yoga e, incluso, aikido Aikikai; pero dichas actividades y la filosofía continuaban siendo dos dominios separados. Cuando conocí a Yoshigasaki en 1988, lo que descubrí es que el tipo de temas y problemas que él abordaba cada vez más, coincidía con la misma temática en la que yo me había ocupado en mis años de estudio filosófico. Pero él lo hacía de una forma nueva y en constante cambio.
Durante esos años, especialmente durante los noventa, estuvimos intercambiando correos electrónicos extensos y detallados acerca de temas tan diversos como el imperio, la democracia, el tiempo, la política reciente, y sobre asuntos filosóficos como el 'lenguaje', los 'conceptos' y los 'nombres'. Durante casi todos los seminarios sostuvimos conversaciones más o menos largas sobre los temas que él había sacado en clase. La última fue en Febrero de 2020 sobre la idea de historia en 'Lola Rennt', Tarantino, Kurosawa y Nietzsche. Nunca imaginé que iba a ser la última, pero eso es lo típico de los últimos encuentros. Lo que resultaba especialmente sorprendente y fascinante de dichos encuentros es que él siempre trataba de plantear preguntas que nadie plantearía, porque ¿de qué sirve preguntar lo que todo el mundo pregunta?
Sensei siempre estaba trabajando intensamente en pro del desarrollo del aikido. Y estaría bien situar esto en una perspectiva desde donde pudiéramos apreciar los inmensos pasos que fue dando a lo largo de su vida y no dejar de valorar todos los resultados que obtuvo. De lo que habría que hablar es, por ejemplo, del cambio de los taigi a los tsuzukiwaza; del desarrollo gradual de los tsuzukiwaza en su conjunto y de las lecciones implícitas en la construcción de los tsuzukiwaza. O de los cambios de kotegaeshi a koteoroshi y de tenkan a tenshin. Eso ayudaría a las nuevas generaciones de alumnos y profesores a alcanzar una comprensión más profunda del estado actual del aikido como respuesta a determinados problemas. Aquí, a lo que deseo rendir homenaje es a su desarrollo de la teoría del aikido como 'do', una forma de vida, más allá de lo aprendido con Tohei Sensei. Este desarrollo profundo se inició –según lo vi yo como testimonio—en los noventa, cuando puso en tela de juicio los 'Cuatro principios básicos' de Tohei. Yoshigasaki Sensei comenzó a poner en duda la pretensión de Tohei de ofrecer unos cimientos absolutamente correctos al aikido. De la misma manera, puso en duda los enfoques cuasicientíficos presentados, por ejemplo en el famoso libro de Westbrook y Ratti El Aikido y la Esfera Dinámica. Dichas dudas y críticas acerca de fundamentos rígidos o enfoques sobre la vida lo llevaron a desarrollar su 'teoría de la vida frente a la teoría de lo material' y, posteriormente, 'la matemática de la línea frente a la matemática del punto'.
Debido a su profundo interés por la ciencia y las matemáticas, las críticas de Sensei no iban en detrimento del valor que otorgaba a la ciencia como una forma eminente de comprender lo material. Lo que él criticaba es lo que podríamos llamar “cientifismo”: la idea de que los métodos científicos constituyen la única forma fiable de comprender el mundo y a nosotros inmersos en él. A menudo Sensei mostraba las diferencias entre dos modos de comprender la realidad. La ciencia nos enseña que la luna y las estrellas se encuentran a tantos kilómetros o tantos años luz de nosotros, pero que ello no capta lo que la luna y las estrellas representan para nosotros. Por consiguiente, solía decir: “Deben ustedes descubrir la luna”. Nos alertaba contra ver la naturaleza solo con los ojos de la ciencia: “La linea recta no existe en la naturaleza”: y para explicarlo solía señalar las lineas rectas del edificio en el que practicábamos y la ausencia de lineas rectas en nuestro cuerpo y movimientos. También afirmaba que en la naturaleza no existe el círculo, que los círculos son constructos científicos que no hay que proyectar en la naturaleza. Así pues, la idea de que algunas técnicas serían circulares es una idea errónea. Por motivo semejante, girar el cuerpo hacia atrás no significa que se gire 180 grados.
Las mediciones funcionan únicamente para entender lo material, pero no para comprender la vida en sentido amplio ni, por lo tanto, tampoco para entender el aikido. Ma ai no es una distancia concreta medida, sino una armonía del espacio existente entre nosotros que debe ser experimentada en su adecuación o falta de ella como demasiada cercanía o demasiada lejanía en situaciones cambiantes. La distancia entre Nage y Uke en una salutación formal no es de cuatro metros sino de cuatro tatamis, y cada tatami representa tres pasos. El contar durante los ejercicios no debe seguir el ritmo de un metrónomo sino los diferentes ritmos de los movimientos. Por consiguiente, Sensei también estaba en contra de la sugerencia de Tohei de medir en segundos la duración de la ejecución correcta de un Taigi.
De manera semejante, Yoshigasaki Sensei ponía énfasis en que existe una diferencia fundamental entre, por un lado, las palabras y los conceptos, y por el otro, aquello a lo que dichos conceptos y palabras se refieren. Las palabras y los conceptos solo se refieren al mundo. Además, lo hacen en forma de clasificaciones: hablamos de “manzanas”, pero esta manzana es distinta de aquella. Las palabras pueden constituir una ayuda en una primera orientación, pero no deberían interferir en nuestra exploración subjetiva del mundo, ni aún menos reemplazarla. De ahí sus múltiples preguntas: “¿Qué es verde?”, y su respuesta de que hay muchos tipos de “verde” –“¡Fijaos en el tatami!”– los cuales uno tiene que explorar por sí mismo. Otro de sus temas favoritos era la “democracia”; lo abordaba poniendo en tela de juicio la arrogancia de los países ricos que invaden países pobres aduciendo que les llevan un “cambio de régimen” y los criticaba por hacerlo desde una posición de superioridad otorgada por el hecho de ser países “democráticos”. Otra de sus críticas se refería a la oposición “obvia” entre “democracia” y “dictadura”. Detrás sus comentarios, a menudo provocativos, que él desgranaba mientras enseñaba tratando de que la gente pensase acerca de determinados temas, él pensaba de una manera más sutil. Su crítica a la democracia se refería a la norma de que la mayoría sea quien tenga que ganar; pero sí estaba de acuerdo con el respecto democrático a las minorías.
Su argumento fundamental es que lo que más importa en la vida, como la armonía, la belleza, la verdad, el amor y la justicia, sólo puede existir para aquellos que sinceramente tratan de comprometerse con ello. No existe una base objetiva para ninguno de dichos elementos. Incluso nuestro planeta cuelga en relación con la gravedad. El momento decisivo es aquel en que reconocemos que estamos comprometidos: somos todos pequeños e insignificantes, pero al mismo tiempo, cada uno de nosotros es un centro del universo. Por consiguiente, Sensei también criticaba el monoteismo, no porque considerara equivocado que una persona creyese en su Dios, sino porque las religiones monoteistas declaran ya de entrada que solo existe un Dios. Ello significa que la creencia en otros dioses sería, por definición, una superstición, lo cual va en detrimento del respeto por las demás religiones y por las experiencias espirituales o religiosas de otras personas. Concluía que las cualidades relacionales de espiritualidad y respeto por las experiencias sinceras de los demás quedarían mejor preservadas en el politeismo, que está abierto a la idea de que tu Dios puede ser distinto de lo que yo experimento como Dios o dioses, pero sin incluir una devaluación de tu experiencia espiritual.
Pese a que la tarea de descubrir el significado del amor, de la justicia, de un árbol, de esta mariposa en concreto o de esta técnica o situación en aikido es muy personal, no es un proceso aislado. Asimismo, es profundamente relacional. No significa que deba estar de acuerdo con los demás ni seguir a nadie. La experiencia y la comprensión serán distintas en distintas personas, y eso posiblemente conducirá a varios tipos de tensiones entre personas. El papel eminente del aikido es que nos enseña no solo formas de protegernos del peligro, sino maneras de conservar nuestro espacio físico y mental mientras continuamos relacionándonos con los demás. Existir en relación con los demás significa que estamos involucrados con ellos de tal manera que no los podemos comprender desde la distancia de la objetividad.
En donde acaban la objetividad y la observación desde la distancia, la subjetividad debe comenzar; y lo hace desde Shoshin o la mente del principiante. Sin embargo, no se trata de la subjetividad de incontables opiniones o “puntos de vista” inconexos, sino de una subjetividad enraizada en la conciencia de que existimos en las relaciones y de que dichas relaciones son cambiantes. Así pues, Yoshigasaki Sensei siempre fue cambiando las técnicas y la forma de explicarlas para que no nos quedáramos satisfechos e indolentemente convencidos de haber hallado y dominado la técnica correcta. Todas las técnicas no son más que meras maneras didácticas de practicar esa naturaleza cambiante del aikido, la cual refleja la naturaleza cambiante de la vida y forma parte de ella. Sensei solía subrayar que él solo mostraba técnicas incorrectas, pero no con un ánimo de generar indiferencia, sino como ejemplos experienciales concretos de la imposibilidad de prever todas las distintas posibilidades.
La interacción entre implicación y distancia está conectada con las enseñanzas nucleares de Yoshigasaki Sensei acerca del amor y el respeto. Él abordaba el aikido en su calidad de “do”: una manera de vivir en la realidad práctica y cotidiana de fuera del dojo. Las técnicas del aikido las solía interpretar como metáforas de la vida; y las situaciones de la vida, como metáforas del “do” del aikido. Sus ideas sobre el amor, la armonía y el respeto, no obstante, presentaban una crítica cortante que ponía en evidencia los irreflexivos, no meditados o, aún peor, intencionadamente engañosos, constructos ideológicos de los gobiernos. O también señalaba las injusticias cotidianas, por ejemplo, el problema de los refugiados, que tendemos a ignorar al dar por supuesto que nuestra tan cómoda vida seguirá siempre igual. La armonía no es un vendaje que se coloque sobre la herida para que deje de importunarnos. La armonía, la justicia, la verdad, la belleza no se nos regalan de una vez y para siempre, sino que hay que recuperarlas una y otra vez.
Mientras su impactante presencia se ha convertido en la presencia de su ausencia, podemos honrar su legado no limitándonos a reproducirlo –aunque gran parte de él todavía esté pendiente de una buena digestión—, sino desarrollándolo a partir de las cuestiones que surgen en nuestra práctica cuando estamos lo suficientemente abiertos para verlas.